En la Argentina, el que alquila no “tira la plata”

Domingo 17 de julio de 2016. Juan Carlos de Pablo, LA NACION

El argentino que alquila una casa para vivir, o un taxi para trabajar, se siente ciudadano de segunda categoría y está convencido de que “tira la plata” cada vez que le entrega el dinero al propietario. En Estados Unidos nadie siente vergüenza por alquilar, y el aumento de las diferencias regionales de las tasas de desocupación, verificado a partir de 2007, tiene que ver con que mayor número de personas accedió a su vivienda y les resulta más difícil mudarse cuando las oportunidades laborales aparecen en otra ciudad. ¿Estamos sólo delante de una diferencia cultural?
Sobre el particular conversé con el francés Jean Gustave Courcelle-Seneuil (1813-1892). En 1853, el gobierno de Chile lo contrató para que enseñara economía en la universidad y lo asesorara. Según Albert Otto Hirschman, “es probablemente el primer caso del experto y asesor económico extranjero. Estos personajes tienen las siguientes características: están profundamente convencidos de que tienen la solución para los problemas; el país que los invita espera sus consejos como si fueran alguna medicina mágica; su influencia también surge del hecho de pueden facilitar el ingreso de capitales; logran en el país que los contrató que se apliquen recomendaciones impracticables en sus países de origen, y la historia no es nada condescendiente con ellos. Porque se convierten en los chivos expiatorios de cuanta dificultad aparece posteriormente”. En 1840 publicó El crédito y la banca, donde propuso la desregulación del sector.
-¿Qué conviene, alquilar o ser propietario?
-La pregunta se refiere a quienes pueden ejercer la opción, porque cuentan con recursos propios o acceso al crédito. Es una típica pregunta de óptimo, es decir, lo mejor de lo posible. Quien carece de estas opciones alquila o vive con sus familiares, en el caso de los inmuebles, y alquila o se dedica a otra cosa en el de los taxis. Pero quien alquila porque no tiene alternativa no debe pensar que “tira la plata”.
-Entonces, entre quienes tienen opciones, ¿conviene alquilar o ser propietario?
-La consideración cultural, la tranquilidad que a muchos les proporcionan “los ladrillos”, tiene bases históricas. País de fuerte inmigración, la Argentina desarrolló un notable mercado de alquileres de viviendas, hasta la Segunda Guerra Mundial. La vivienda no era barata (podía insumir la tercera parte del ingreso del asalariado), pero había un mercado.
-Hasta que?
-Juan Domingo Perón congeló los alquileres, beneficiando a quienes ya eran inquilinos y complicándoles la vida a quienes pretendían serlo. Bien se dijo que hay dos definiciones de colectivo lleno: los que ya subieron dicen “arranque, chofer”; quienes están por subir gritan “corriéndose al interior”.
-Pero hace varias décadas que los alquileres se volvieron a pactar libremente.
-Sí, pero el antecedente hace que no se invierta lo suficiente en viviendas para alquilar.
-¿Sobre la base de qué hay que tomar la decisión?
-En un país normal, comparando las tasas de interés que pagan los bancos a los depositantes, y les cobran a los deudores, junto al resto de los gastos que genera ser propietario y el aumento esperado en el valor de la propiedad.
-¿Y en la Argentina también?
-Sí, pero es más difícil calcular esto. Para ayudarle a tomar una decisión al potencial inquilino o propietario, indiquémosle que -salvo que el crédito esté subsidiado- es imposible que con lo que paga de alquiler por determinado inmueble pueda pagar la cuota de un préstamo que le permita comprar el mismo inmueble. Porque el alquiler equivale a un préstamo que no se cancela nunca y por eso equivale a una cuota que es puro interés. Podrá comprar algo más chico o más alejado del centro de la ciudad.
-¿Qué le diría a quien, más allá del cálculo económico, está pensando en endeudarse para comprar una vivienda o un taxi?
-Que divida la cuota, incluyendo todos los gastos, por el ingreso del grupo familiar, y que si esa relación no supera -digamos- 25% que tome el crédito. Para estar cubierto de lo que pueda ocurrir hasta cancelar la deuda.
-Don Jean, muchas gracias.

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