Inquilinos toda la vida

A diferencia de otras épocas, la falta de créditos y el deseo de invertir en el presente desplazaron el sueño de la casa propia como proyecto de vida



"Los sellos en el pasaporte no los cambio por ninguna escritura", asegura Javier Menajovsky. Papá de dos chicos, este organizador de eventos de 40 años alquila junto a su mujer un PH en Palermo y admite que, si bien le gustaría comprar una casa propia, el sueño de ser propietario no lo desvela. "Alguna vez hicimos la cuenta de lo que costaría en tiempo y en dinero comprar a través de un crédito hipotecario ¡y salimos espantados! -dice-. Nunca fue una obsesión para nosotros comprar una casa, y hoy es algo que lo vemos tan lejano que priorizamos otras cosas, como vivir en el barrio que nos gusta, poder viajar y disfrutar de la vida mientras va pasando sin tener que cuidar tanto el centavo."
La sola experiencia de haber comprado un auto fue suficiente como para saber lo que es estar atado a un crédito, sostiene Javier: "Fueron sólo dos años y sufría todo el tiempo, porque para un emprendedor es difícil sostener un compromiso mensual. El auto, entonces, era una necesidad; por el contrario, podemos alquilar una casa y no atarnos la soga al cuello".
Su elección es la de muchos que prefieren alquilar antes que someterse a la ruleta (a veces rusa) que implica tomar un crédito en un país en donde la palabra "estabilidad" carece de vínculo con la realidad cotidiana. Al mismo tiempo, comprar un "techo propio" -el paso obligado para las generaciones anteriores que priorizaban la inversión en ladrillos- es un proyecto que ha quedado relegado ad eternum para la enorme mayoría de las personas en función de la imposibilidad de acceder a un crédito hipotecario que se ha verificado en los últimos años.

Las estadísticas del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas no dejan lugar a dudas de ello: de 2001 a 2010, el porcentaje de familias que alquila en la ciudad de Buenos Aires pasó del 22 al 30%, mientras que el porcentaje de propietarios cayó del 68 al 56%. El proceso de "inquilinización", como se lo ha apodado en entornos académicos, responde a múltiples factores, entre los que se destaca un aumento constante del metro cuadrado, junto con el incremento de los créditos personales en detrimento de los créditos hipotecarios (40% del total de los créditos vs. el 10%, respectivamente).

Ante esa situación -que sólo muy recientemente ha comenzado a experimentar alguna señal de cambio con la incorporación de los créditos hipotecarios indexados según la Unidad de Vivienda (UVI)-, cada vez es mayor el número de personas que se perpetúa en su lugar de inquilino, y que forma parte del colectivo que suma año tras año a los integrantes de las jóvenes generaciones. "En un contexto en el que los precios de las viviendas aumentan y los créditos hipotecarios son restrictivos, los jóvenes de sectores medios que buscan la salida de la casa de origen para la conquista de una vivienda se enfrentan con la mirada de sus padres, pues para los jóvenes hoy el alquiler no es tirar la plata", afirma Magdalena Felice, socióloga y becaria doctoral del Conicet en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).´
Alquilar, en el contexto de la última década, dejó de ser percibido como "tirar la plata". "La comparación de si un alquiler es caro o barato se hace en relación con la alternativa, y lo cierto es que un departamento de tres ambientes, por ejemplo, valuado en 1.000.000 de pesos por el que había que pagar una cuota de crédito hipotecario de 15.000 pesos mensuales, tiene un alquiler de 6500 pesos. Entonces, obviamente, aunque 6500 pesos es mucha plata, es un regalo comparado con el costo del hipotecario", sostiene Martín Tetaz, economista especializado en economía del comportamiento.
Más aún cuando la posibilidad de un crédito es algo que queda fuera de las posibilidades. "Hasta antes del lanzamiento de los nuevos créditos en UVI era imposible [acceder a un crédito hipotecario], porque por cada 100.000 pesos de crédito el mejor hipotecario tenía una cuota de 1500 pesos; así, para comprar un departamento valuado en 1.000.000 pesos había que pagar una cuota de 15.000 pesos y como la cuota no puede ser mas del 30% del ingreso, había que ganar como mínimo 50.000 pesos en blanco, por lo que quedaba el 95% de la población afuera y el restante 5%, de ingresos altos, no necesitaba la vivienda", agrega Tetaz.
La distancia -insalvable en la mayoría de los casos- que separa a quienes buscan un techo propio bajo el cual cobijar su proyecto de familia de los costos para lograrlo lleva a recalcular prioridades, en una ecuación en la que el alquiler resulta la opción obligada. "Cuando decidimos ir a vivir juntos contábamos con 40.000 dólares, lo que nos daba la posibilidad de ingresar a un crédito para un dos ambientes, fuera de los barrios a donde queríamos ir a vivir, o para alquilar algo más cercano a nuestras necesidades y deseos", dice Juan Manuel Páez, periodista de 40 años, que con un hijo de 10 años, formó pareja con Luisa, de 41, mamá de Ernesto, de 12.
Hoy viven en una casa de cuatro ambientes que alquilan en Núñez, y que resultó la mejor opción, o, más precisamente, la única acorde con sus necesidades y deseos. "Aunque los dos somos profesionales y tenemos trabajo, no contamos en la actualidad con la capacidad de ahorro necesaria para pensar en la compra a futuro de una propiedad, así como tampoco con ingresos como para acceder a un crédito inmobiliario acorde con nuestras necesidades. Estamos en una suerte de limbo."
Al igual que Juan Manuel, Milagros Forte se reconoce en el lugar de inquilina por elección pero también por obligación. "Cuando decidimos irnos a vivir juntos con mi novio, no teníamos ninguna posibilidad de compra; en parte, porque mí para algo que era innegociable era irme de Caballito, que es donde viví toda mi vida", dice Milagros, de 28 años, licenciada en Recursos Humanos.
Milagros vive en un departamento de tres ambientes en Caballito junto con su novio, Jonathan -de 30 años, también licenciado en Recursos Humanos-, y el hijo de ambos, Benjamín, de 2 años. La perspectiva de la casa propia, en el futuro cercano, es nula: "Cuando nos fuimos a vivir juntos, el poder tener mi vivienda propia era una súper expectativa, pero porque no tenía ni idea -recuerda Milagros-. Comencé a averiguar el tema de créditos, el Procrear, el Primera Casa, y por una u otra razón quedábamos siempre afuera. Al principio me costó entender que era imposible, luego comprendí que iban a pasar muchos años antes de tener mi casa propia. E incluso hoy no tengo claro que eso pueda ser posible".

¿Hoy o mañana?

"En el marco de la salida de la casa de origen, ciertos jóvenes de sectores medios comienzan a preguntarse por el sentido de prácticas fundadas en el futuro, como el ahorro para la compra de una vivienda, que muchas veces implican renuncias significativas en el presente -señala Magdalena Felice, cuyo tema de estudio en el Instituto Gino Germani es justamente la conformación de un hogar propio en jóvenes de sectores medios de la ciudad de Buenos Aires-. Cuando la meta no se percibe como factible, el ahorro y el sacrificio implicados tienden a vivirse como un absurdo."
Al mismo tiempo, la barrera de acceso a los créditos hipotecarios -en algunos casos virtual, aunque en la mayoría real- pone el foco en aspectos que generaciones anteriores solían relegar en virtud de su afán por el ladrillo. "Para estos jóvenes, hipotecar su autonomía o privarse de gustos no parece una opción, porque el presente constituye una temporalidad preciada -advierte Felice-. No quieren seguir «preparándose para vivir»; quieren vivir y, en ese marco, sienten que el sueño de la casa propia es una trampa. Estos jóvenes no están dispuestos a sacrificar «vida», esto es, vivencias que favorecen su crecimiento personal, en pos de un futuro incierto e indefinido. Ávidos de experiencias, y en un contexto en el que la compra de una vivienda no es factible, el presente se vuelve el espacio y el tiempo de las satisfacciones."
Vivir el presente -tratándose en muchos casos de jóvenes adultos en pareja o incluso con hijos a cargo- no reviste necesariamente un significado pasatista. Vivir el presente puede representar el no privarse de unas vacaciones, comprar un auto, garantizar un mínimo de vida social o, cuando menos, tener la mente no contaminada por el compromiso mensual que implica todo crédito bancario.
"No estoy dispuesto a resignar el irme una vez al año de vacaciones, si es que tengo que hacerlo porque saqué un crédito hipotecario", dice Javier Menajovsky, y agrega: "alquilar no me desvela, pero no irme de vacaciones, eso sí me resulta un problema".
"Hoy hay probablemente una menor valoración social del hecho de ser propietario y una mayor tendencia al consumo", agrega Martín Tetaz, y arroja un par de datos que terminan de pintar el contexto en el que se produce esta modificación -¿transitoria?, ¿definitiva?- de la escala de valores: "Mientras que a fines de la década del 90 se podía comprar un departamento con 133 alquileres, en la actualidad se necesitan 300 meses de renta para cubrir el precio de la propiedad".
Al mismo tiempo, completa Tetaz, "el avance tecnológico ha abaratado notablemente, en términos relativos [en comparación con las propiedades], los bienes de consumo, desde los textiles hasta los autos, pasando por los electrodomésticos, los celulares y los viajes. La respuesta lógica es entonces menor demanda de propiedades y mayor demanda del resto de las cosas".

De propietario a inquilino

Las dificultades en el acceso a la vivienda propia afectan incluso a quienes han logrado mudar de inquilinos a dueños, pero que ante algún cambio en su dinámica o composición familiar -el nacimiento de un hijo, por ejemplo- deben modificar el enfoque con el que tradicionalmente hemos aprendido a abordar esto desafíos para poder ajustar sus expectativas y necesidades a la realidad. Así, no son pocos los que, ante la necesidad de buscar un hogar de mayores (o menores) dimensiones, encuentran que alquilar la casa propia -para con ese dinero alquilar una nueva casa- es una fórmula menos onerosa y más práctica que embarcarse en una operación encadenada de compra y venta de inmuebles.
Es el caso de Valeria Schurmann, médica de 31 años, y Damián Machabanski, de 32, empresario fundador de telovendo.com.ar. De solteros, cada uno de los integrantes de la pareja vivía en su vivienda propia: ella en Núñez, él en Palermo. "Nos fuimos a vivir al departamento de él, que es una torre muy linda, con amenities de todo tipo, pero que es un dos ambientes -cuenta Valeria-. Cuando llegó el pequeño [Joaquín, hoy de un año y dos meses], empezamos a buscar un departamento más grande. Empecé buscando por Núñez, que es donde yo quería volver."
Así, Valeria y Damián dieron con el departamento en el que viven desde fines del año pasado. "Era lo que quería: es luminoso, tiene dependencias y doble cochera, que es algo que buscábamos -dice Valeria-. Sacrificamos los amenities de Palermo, pero pasamos de 74 metros cuadrados a 144, y además los alquileres de mi departamento y el de Damián nos permiten cubrir nuestro alquiler y nos dejan un excedente. No era un buen momento para vender ni para comprar cuando decidimos mudarnos, así que decidimos que lo mejor era alquilar", asegura.
Alejandro "Vidi" Sibilla, por su parte, vive solo en un departamento de tres ambientes en Palermo. Dueño de la propiedad, este publicista de 36 años ha decidido ponerla en alquiler para alquilar algo más pequeño para él, luego de ver crecer exponencialmente el costo de sus expensas. "Cuando me mudé las expensas era de 900 pesos, aproximadamente, y hoy llegan casi a los 5000 pesos: ¡casi un alquiler! -señala-. Es muy raro esto de ser propietario y tener que irme de mi casa a alquilar. Pero calculo que con el alquiler de mi departamento voy a poder alquilar algo más chico y tener una ganancia que me permita alquilar y hacer una diferencia."
En cualquiera de estos casos, el estatus de "propietario" cede ante una realidad personal que demanda fórmulas menos ortodoxas para no quedarse estancado. De alguna manera, así como el alquiler es el precio -el único asequible- de la autonomía para quienes buscan independizarse del hogar paterno, para quienes ya han conquistado el sueño de la casa propia el alquiler resulta ser también la herramienta -en muchos casos, la única disponible- para poder seguir adaptando el techo a las necesidades que se modifican según pasan los años.
¿Y el sueño de la casa propia? "El deseo de la casa propia no desaparece, sino que en todo caso hay una adecuación al momento histórico que a cada uno le toca vivir, un aprendizaje generacional -responde Felice-. Como sus padres, también desean ser dueños, porque la propiedad brinda estabilidad y tranquilidad. Sin embargo, a diferencia de sus mayores, estos jóvenes reconocen que, por ahora, la vivienda propia no será parte de su experiencia".

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